Saturday, October 17, 2009

Carta al Camarada



Hola, ¿cómo estas?

Yo se que nunca nos presentaron, pero nos conocemos. Alguna vez leí tu nombre y seguramente vos me viste dando alguna vuelta por la plaza, el Congreso o visitando algún compañero que necesitaba el aguante.

Es raro, porque no conozco tu rostro, pero desde el día que me fui y vos te quedaste, a mi es como que me falta algo, que se yo… como que me falta un brazo o por ahí es que me falta un cacho de corazón.

Te quiero contar, estuve con tus viejos… están bien, seguramente los viste cuando fueron a saludarte.
Tienen los ojos tan limpios, tan claros que es imposible no ver en ellos el dolor de tu ausencia mezclado con el orgullo de saberte hombre hasta el final.
Hace un tiempo cené con ellos y cuando tu viejo me agarró la mano casi volví a tener el corazón completo. Ya se, no es lo mismo, pero es lo que sentí.

Me hubiera gustado sentarme con vos sobre la turba y decirte estas cosas personalmente, pero no puede ser.
Ponerle el sello pirata a mi pasaporte sería como escupir tu sangre.
Será la próxima si Dios quiere y quienes nos gobiernan o desgobiernan, lo propicien.

A propósito de eso, trato, créeme que trato de que las cosas cambien, de que quienes gritaron ¡Viva la Patria! aquel 2 de abril, se acuerden y vuelvan a hacerlo.
En las escuelas siempre le digo a los muchachos que hombres como vos, con la edad de ellos no arrugaron nunca y que ellos son quienes deben prepararse valientemente para pelear las batallas de la patria, que son la educación, la familia y el honor de saberse Argentinos bien nacidos.
Mientras tanto sigo, llevo tu recuerdo conmigo a diario y espero también volver algún día a buscar al muchacho que dejé una tarde de junio haciendo guardia con vos.

Te mando un abrazo, ese abrazo que no llegué a darte y que seguramente te daré algún día, en algún otro lugar.